sábado, 14 de mayo de 2016

LA MUJER DEL MAGO




La mujer del mago tiene piernas que no parecen suyas; cualquiera que las vea dirá que tienen la mitad de años que su cara vista de cerca.

La mujer del mago nunca entra sola al bar; se queda ahí, en la puerta, sola, esperando a que llegue su amiga y mi clienta, una que también es la mujer de otro, pero no de un mago. Me pongo a pensar y no recuerdo haberle visto las piernas. Hay mujeres que no las enseñan. Hay mujeres que no pueden enseñarlas.

La mujer del mago se sienta en un taburete del fondo, junto al ventanal, y mira afuera mientras su amiga y mi clienta viene a pedirme las consumiciones como una niña tímida le pediría un truco a un mago muy solicitado.

La mujer del mago tiene un culo que parece tan duro como mi polla y una cintura como la de la abeja que por la mañana estampé contra el ventanal; las tetas son pequeñas, pero te miran como si fueran dos montañas nevadas.

La mujer del otro pagó y salió a la calle a buscar las llaves que no encontraba. La mujer del mago se acercó a la barra para pagar lo que ya había sido pagado. Me miró otra vez, aunque ya no como cuando salió del water poco antes de la llegada de ese tío que ahora se la llevaba.

Un cliente estaba en la barra jugando con su hijo. Reconoció a ese tío y se saludaron efusivamente. Y después que se fueran me preguntó si lo conocía.

- No
- Es Patri, el mago ese que...
- Ah, ya


Entonces me acordé de él. Un idiota.


Supongo que la otra encontró las llaves en algún sitio.


No estaría mal que yo encontrara las de las mujeres de los magos.


Aunque sólo fuera para después tirarlas a la incineradora de basuras.



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