jueves, 26 de agosto de 2010

EL MUNDO SE PUEDE IR A TOMAR POR CULO





Hubo un tiempo,
no hace tanto,
que fuí feliz,
¿sabes?.

La primera vez que te ví,
la primera vez...,
fue como si el cielo se abriera,
y de él bajaran los jinetes esos,
no podía mirar nada más,
con tu vestido negro,
tus diecisiete años,
y tu bendita inocencia.

Hablamos de algo,
no recuerdo qué,
ruborizada me escuchabas,
las gilipolleces de rigor,
luego cada uno por su lado,
tus amigas y mi alcohol.

Pasaron los días,
y las noches también,
soñando contigo,
con tus ojos,
con aquellos ojos...

Una tarde,
fuíste a buscarme,
"podríamos quedar cuando acabes",
a veces,
es cierto que Dios existe.

Empezamos a salir,
tu móvil apunté,
en una caja de aspirinas,
hay que joderse,
las bromas que te gasta la vida.

Recuerdo cómo nos reíamos,
cuando me daba por,
hacer el payaso,
y contarte cosas graciosas,
cómo llorabas de risa,
"¡para por favor,
no puedo más!",
y yo seguía,
hasta que parecía,
fuera a darte algo,
luego los besos,
las caricias, los abrazos,
¡qué cuerpo, nena!,
¡qué cuerpo, Dios mío!,
ahí estaba yo,
ocho años mayor que ése ángel,
preguntándome qué coño,
habría visto en mí,
¿qué vistes, nena?.

Quemábamos las noches,
pero lo que de verdad adoraba,
eran las mañanas,
despertar antes que tú,
y mirarte en silencio,
después te acariciaba y,
veía despertar tu rostro,
bajo la tenue luz de la mañana,
cuando abrías esos ojos verdes,
cuando veía que me mirabas,
era tan hermoso,
que no parecía real,
si se hubiera hundido la tierra,
en ese instante,
me hubiera dado lo mismo,
todo lo que quería,
lo tenía entre mis brazos,
todo.

Ahora las noches son eternas,
me meto en la cama,
apago la luz,
abrazo la almohada,
y me vuelco en tu lado,
a pensar en tí,
a verte en mi cabeza,
a oír tu voz,
a oler tu cuerpo,
a sentir tu calor...,
así pasan las horas,
de la cama al salón,
y del salón a la cama,
un pito, otro,
mirar por la ventana,
y no ver nada,
todo lo que quiero ver,
está en mi cabeza,
fuera nada hay que me interese,
fuera está todo muerto.

Que noches más malas,
largas y silenciosas,
pesadas, tristes, malditas.

Qué mala hostia se me pone, nena,
qué mal rollo,
qué angustia,
qué mierda.


¿Dónde están aquellas mañanas?
¿Dónde estáis?


Hijas de puta.

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